Mi inusual suerte I: renunciar en Argentina sin DNI

La «suerte» es una definición muy relativa para quien cree que todo evento es producto de causas y consecuencias, sin embargo hay ocasiones en las que se cumplen una serie de eventos a los que hay que sacarle provecho para escribir crónicas, bajo el título de «inusual suerte».

En este contexto, no puedo titularlas como «mala suerte», porque hay que ser justo y considerar que en nuestro mundo mucha gente muere el día de un evento importante en sus vidas, existen niños que nacen y viven en lugares sin acceso a agua potable, personas pierden extremidades de las que dependen sus profesiones e infinidades de ejemplos que bien podrían ser consideradas como verdadera mala pata.  

En consecuencia, mi inusual suerte se resume en eventos que han hecho de mi emigración, radicación y estadía en Argentina algo incómoda o aparatosa. Hoy por ejemplo, me refiero a renunciar a un trabajo en este país sin tener aún el Documento Nacional de Identidad (DNI).

La renuncia a un trabajo implica que inicialmente obtuve un trabajo, cosa que para cualquier inmigrante en Argentina es tener algo de buena fortuna, más cuando es un trabajo asociado en cierto modo, a mi carrera profesional. Les resumo: llegamos —mi novia Mary y yo— a Argentina a finales de enero, comenzamos a hacer los trámites para legalizar nuestro estado migratorio casi al momento de bajar del avión y con la misma diligencia, comenzamos a buscar trabajo. Los trámites serán tema de otra entrada y en cuanto al trabajo, Mary obtuvo «laburo» a 3 semanas de haber llegado y yo al mes y pocos días.

Lo anterior es como mencioné más arriba —y dentro del ámbito de la suerte—, nada menos que producto de la buena fortuna o «suerte» y del ímpetu que le pusimos para buscar trabajo y alcanzar la estabilidad deseada. Pero a partir de ese momento es que empezó una espiral descendente que me llevó a tomar la decisión de renunciar.

En primer lugar, el trabajo consistía en ser el Supervisor del montaje de tuberías enterradas desde la llegada de un gaseoducto hasta la entrada de una planta de extracción de litio, ubicada en el Salar del Hombre Muerto, Catamarca, Argentina, a 4500 m sobre el nivel del mar, con poco oxígeno, una amplitud térmica de 30 °C desde los -20 °C en la noche a los 10 °C al mediodía y para un cliente que ponía todos los «pero» del mundo para hacer algún avance de obra en esas condiciones alegando razones de seguridad. Trabajo y lugar al que llegué sin experiencia previa y sin darme más que un entrenamiento de 3 horas en las funciones de gestión que debía cumplir en ese ambiente adverso.

Lindo sitio, ¡para ir de vacaciones un par de días y no de trabajo por 15 a 20 días!

Les confieso que no fui lo suficientemente hombre para soportar eso (bueno, «hombre» en el mismo sentido que a uno le decían cuando niño: —¡Sea un hombre y aguante carajo!—) y en consecuencia solicité la renuncia ante mis jefes, con disculpa por medio. Las dos primeras veces no me aceptaron la renuncia y me propusieron terminar los trabajos desde Buenos Aires, labor que cumplí sin mayor problema. Y en la última, el jefe me retó diciéndome de mala gana que renunciara, por lo que le tomé la palabra.

El proceso de renunciar a un trabajo en Argentina es sencillo y gratuito (si tienes DNI). Sólo se debe solicitar un telegrama en el correo público argentino y enviarlo a la empresa comunicándole la fecha de renuncia. Entonces eso fue lo que hice, llenar mi telegrama por duplicado y al tratar de entregarlo al correo hoy a las 10 de la mañana, me dijeron que no podía entregarlo allí por no tener el documento de identidad argentino y que debía ir al Ministerio del Trabajo para poder introducir mi renuncia. 

El modelo del telegrama.

El Ministerio del Trabajo queda un poco más lejos de casa que la oficina de correo que estaba a 2 cuadras pero en fin, allá me acerqué. Y luego de llegar allá, entrar y preguntar cómo hacía para renunciar ya que no tenía el DNI, tuve que soportar las típicas caras de empleado público molesto por haberle preguntado algo que no les correspondía mientras de allí me volvían a enviar de regreso a alguna oficina del correo público. 

Como decidí no seguir el jueguito en el que me iba a sumir de hacerles caso a estos funcionarios, les comenté con cierta molestia (eufemismo de: «les formé un peo») que ya de allá me habían enviado para el Ministerio y que sin DNI no me lo iban a aceptar. Gracias a esto, me sugirieron que fuera a una oficina de correo privado para poder enviar el telegrama.

Así fue que me dirigí primero a casa a almorzar y buscar todo posible documento que pudieran solicitarme en el correo privado (pasaporte, copia del comprobante de trámite del DNI, cédula de identidad venezolana y casi que hasta el carnet del colegio y de la universidad, por si acaso). Adicionalmente a eso, tuve la previsión de llevar dinero dado que era correo privado pero «¿cuánto podrían cobrarme por enviar un telegrama de renuncia?». Y salí a por la oficina de correo privado a la 1:15 PM.

Una vez allí, y sin saber que estuve por 15 minutos haciendo la fila para enviar productos vendidos por Mercado Libre, me dijeron que había una fila para envíos personales, donde depués de una nueva larga espera tras ¡sólo 3 personas! me dieron otro modelo de telegrama que debía llenar desde cero y en el cual debía anotar mi número de documento, que causó una nueva espera mientras el señor que me atendió se fue con mi pasaporte y mi comprobante de trámite en mano a preguntar empleado por empleado cuál debía ser el número reflejado en el telegrama, y decidir sin fundamento alguno que pusiera mi pasaporte. Esta pequeña espera, más el envío me costó $85.

Salí de allí a las 2:30 PM, hora a la que envié los siguientes mensajes al grupo de amigos venezolanos que tengo en WhatsApp:


Parte de la conversación que me motivó a escribir de nuevo. Pero, en serio ¿quién paga por renunciar?

Y es así como estoy de vuelta en el blog. Desempleado y con la suficiente inusual suerte para volver a escribir las experiencias vividas.



2 comentarios:

  1. Berro bueno lo bueno es q ahora puedes dar asesoria en el area jeje

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    1. ¡Jajajajaja! Dicen que nadie aprende de experiencia ajena, pero si quieren ahorrarse unos realitos aquí en Argentina, mejor que le presten atención a este consejito.

      ¡Gracias por leernos, Adri!

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